martes, 16 de mayo de 2017

Hermana significa “yo”


¿Puede cambiarse el Pasado que paradójicamente se reactualiza constantemente en la vida de las personas? ¿Puede decirse algo para que se modifique eso que aparentemente solo se presenta como una ilusión de modificación? En ciertas ocasiones el pasado parece no tener solución y es esto justamente lo que se respira en Casi un feliz encuentro de Griselda Gambaro bajo la dirección de Alejandro Vizzotti, protagonizada por Claudia Mac Auliffe y Sonia Novello. En esta obra nada se resuelve porque en realidad nada hay para resolver: una mujer se encuentra frente otra mujer, otra que (también) supo ser niña. Niñas fueron las dos. Crecieron juntas, comparten el lenguaje, sin embargo, el puente no logra edificarse, algo no puede aprehenderse o abrazarse… Y quizás la razón sea que los interrogantes no terminan aquí, siempre surge la pregunta: ¿quién es esa otra frente a mí?
Una pregunta que suele quedar sin respuesta por estar precedida aún por otra, esa que cada uno se hace a sí mismo frente a la dificultad de saber quién es y todavía más si esa creación (ese que se es) es resultado del accionar del otro que comparte la sangre. Entonces cuál es el porqué de la perversidad latente cada vez que se ¿dialoga? con un familiar que formó parte de ese tiempo pasado, momento de la historia donde parecen brotar todas las marcas que nunca desaparecerán.

Laura visita a Tona en su departamento de mujer sola, divorciada, obsesiva y rencorosa. Llega de París, allí vive. Sí, en “París, el Sena, los bulevares” como le repite su hermana quien cuidó hasta el último suspiro a sus padres mientras ella vivía una feliz vida parisina llena de glamour -aunque en realidad no haya sido más que un suplicio. 
El título de la obra ya lo dice casi todo pero cómo puede una obra teatral de una sola escena que ocurre en un solo lugar en un breve lapso temporal y con pocas palabras hacer que todo ese acervo de interrogantes entorno a las posibles legitimaciones de identidad ligadas a lo fraternal se resignifiquen o logren ser vistas con conciencia de la enorme (aterradora) dificultad de la simple y compleja unión de hermanos. Gambaro parece insinuar que encontrarse con la palabra del hermano puede ser lo más difícil de alcanzar; al presentarnos a estas dos mujeres en un momento bisagra de sus vidas retoma la problemática de la incomunicación, una constante en su obra desde la década del ‘50.


 En menos de una hora las hermanas vivirán un encuentro ambiguo y contradictorio en un escenario con una austera escenografía que transmite la frialdad que se respira entre ellas aunque por instantes parezca tener cierta facilidad para disfrazarse de calidez. Esta posibilidad de disfraz también está dada por las actuaciones, cercanas a lo extravagante, que ponen en evidencia cuán ligada a la puesta en escena está la relación; que la música elegida no logre formar una unidad coherente también alude a la intensa incomunicación. A su vez, si el espectador pudiera detenerse en el “milagro” que es la fraternidad el trabajo de iluminación de la obra puede reconocerse como un acierto que a modo de nudos a los extremos de un hilo tensado sostienen el entramado interno.

Las célebres palabras del Marín Fierro sobrevuelan aunque quizás aquí la posibilidad de que los devoren los de afuera no es tan estremecedora como la posibilidad de que ante la desunión fraternal uno sea devorado por su propia otredad.


Manuela Rímoli.

Ficha técnica:
Casi un feliz encuentro de Griselda Gambaro
Dirección: Alejandro Vizzotti
Actrices: Claudia Mac Auliffe y Sonia Novello
Asistente de Dirección y Producción General: Marco Riccobene
Escenografía: Ariel Vaccaro
Vestuario: Merlina Molina Castaño
Asesoramiento sonoro: Zypce
Iluminación: Mariano Dobryz

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