Romper
el espejo, el espejo social, ese armado como casa de muñecas de plástico.
Muñecas que siguen un plan sistematizado, “perfecto”. ¿Quién configuró este
esquema? ¿Quién fue aquel que dijo que el corazón tenía sentimientos? ¿Qué es
un sentimiento? ¿Los hay buenos y malos, correctos e incorrectos? A decir
verdad, el corazón tiene sangre. ¡Sí, sangre! Y es una mezcla extraña de
arterias, venas, nervios. En realidad, es un asco. ¿Un asco como uno? Como uno
cuando se corre del esquema, quizás.
Lo
que sucede es que existe un esquema-espejo y ante él uno se vuelve objeto pero si la posibilidad de
reflejarse existe significa que se es sujeto.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo reconfigurarse y volver a ser sujeto? Una buena
opción es vivir los 70 vigorosos minutos de Bulto
Magno. Minutos en los que se entrecruzan vidas-vidas, vidas-palabras,
vidas-cuerpos y en los que no se sabe de manera certera de qué lado se está,
¿espectador o actor?
Bulto Magno
es un espejo que se desarma, se desarticula y una vez que se presencia la obra
ya no es posible verse reflejado en una sola y única imagen. En ese desarmado,
en esa desarticulación también se desarma el espectador. Todos los personajes son
uno y uno es todos. Y en ese ambiente coral de deconstrucción uno se arma, se
reconstruye para volver luego a mirarse en un (otro) espejo (aparentemente)
armado pero que ya nunca va a articularse como creíamos que era correcto.
El
equilibrio en este desequilibrado grupo marginal de sujetos eufóricos pero,
paradójicamente, llenos de melancolía, proviene de las intensas palabras que
salen proyectadas desde sus bocas y que antes fueron (siempre lo serán) palabras
de Alejandro Urdapilleta; pero esto es así porque estos marginales están
representados por actores excelentes.

Por
otra parte, el vestuario y el maquillaje no podrían estar más acertados y la
musicalización e iluminación completan este penetrante equipo de un modo justo.
Obras como Bulto
Magno son necesarias. Necesarias para recordarnos algo que parece que se
olvida al nacer. Algo indiscutible: no necesitamos pertenecer para ser. Siendo
ya estamos perteneciendo a algo mucho más vasto que a un acotado, encorsetado
esquema. Siendo existimos y no hay esquema que valga cuando se trata de ser
fiel a uno mismo.
Así, como muchas voces han dicho a lo largo de la
larga vida del arte dramático, el teatro funciona como puente hacia el
conocimiento de uno mismo. Y el equipo de Bulto
Magno hace honor a esta función. Diecinueve actores en escena rompen el
espejo y dejan pasar la luz.
Manuela Rímoli.
Ficha técnica
Actúan: Augusto Chiappe, Belen
Azar, Belen Spenser, Daniel Wendler, Daniela Echarte, Daniela Nuñez, Florencia
Barral, Florencia Colace, Josefa Vergara, Juan Flores, Marcos Gomez, Marina
Cacia, Martín Goldber, Paola Villa, Rocío Ferrer, Romina Rama Vilariño,
Santiago Martin, Tatiana Emede, Victoria Spiner.
Coreografía: Andrés Molina
Diseño de iluminación: Leandro
Crocco
Sonido: Jonas Etcheverry
Diseño gráfico: Claudia Tapia,
Tatiana Emede
Fotografía: Geoconda Zambrano
Producción: Bulto Magno
Supervisión Artistica: Guillermo
Cacace, Julieta de Simone, Andrés Molina,
Sitio
web: Web: https://www.facebook.com/bultomagno/?fref=ts
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